Divina piedra que advierte una maldad infantil, querida lengua amenazante que fulmina mis dientes y vuelve a su guarida:
Sostén el momento de suspirar, de soltar un silencio sobreprotegido, escóndeme tus ojos bajo las sábanas, rompe mi cuello con tus labios y redúceme a cenizas con cierto abrazo rítmico que me sofoque, exprime mis besos, sécalos y deshazte de ellos, has de mi soledad un instinto educado, guarda un silencio y comienza otra vez.
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