Es de Mark Ryden

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domingo, 11 de diciembre de 2011

HAMBRE DE CAMBIAR Consejo Mamila

Advertencia: en este artículo le hago creer que sé de lo que hablo.
Decía Anthony de Mello que desde que éramos peques nos hicieron adictos a una droga terrible; la aceptación. La necesitamos a tal grado que somos capaces de estudiar algo que odiamos con tal de obtenerla. La queremos de papá y mamá, de pareja, superiores y hasta de la mascota (para eso sirven, las pobres… hasta a los peces los queremos para que nos mandes esos curiosos besitos).
Esto me ayudó a encontrar la que parece ser una cura contra el tráfico ilegal de aceptación (o sea, la aceptación de alguien que no sea yo): aceptarme yo solito. Nada nuevo, habrá cientos de miles de personajes que lo dijeron mejor, lo pensaron más y hasta lo lograron pero ahora se lo chutan de mí, si quieren mi aceptación.
Va, suena bien eso de aceptarse, pero, ¿y eso cómo se logra?; ¿habrá que comprar muchos libros, asistir a muchos talleres y tomar muchas terapias?, ¿o bastará con escucharme? En medio del ruido de la mente, que me aleja del ruido de la cuidad, escucharme parece inalcanzable y si acaso he de lograrlo, ¿Cómo distinguir mi verdadera voz de otras voces insertadas? Y es que a veces sospecho que todo lo que digo es el discurso de alguien más, quien a su vez aprendió ese discurso de alguien más y así desde que alguien por primera vez dijo mamá, condenó a Freud a la fama.
Les comparto que tiene muy poco tiempo que escuché por primera vez mi verdadera voz. Y aunque fue decepcionante descubrir que mi voz no es la de James Earl Jones cuando respira como asmático para dar carácter al malvadísimo Darth Vader (por un tiempo pensé que mi voz era igual de profunda e interesante), fui feliz porque reconocí mi voz de inmediato, como si viniera escuchándola desde hace varias vidas (hace un par de vidas fui una planta gigantesca, por si se lo preguntaban). Y no, no eran los sonidos graves de mi carnaval estomacal, ni los chillantes reclamos de mi niño abandonado, era un sonido tranquilizante, poderoso y, sobre todo, elocuente; mi respiración (ay. pero qué mamila). Pero me ha funcionado; nada aquieta el tumultuoso devenir de mis devaneos e insatisfacciones como una respiración consciente.
Revise usted conmigo: ¿siente ansiedad? Escuche su respiración un par de minutos. ¿Está a punto de caer en las garras de la autodestrucción en cualquiera de sus formas? Respire profundamente varias veces antes de actuar (se va a poner high de vida).  Suspire ante el amor, jadee ante el placer, sople ante el paso del tiempo, huela, a lo que sea y lo que sea, pero huela. Entrecortadamente, se respira el miedo, agitadamente se respira la excitación, inevitablemente se respira la contaminación. Y, como un bosque viejo y sabio, no importa cuántas veces destruya usted el hábitat natural de su existencia, siempre puede inhalar mierda y exhalar vida. 
Así las cosas, acepte que le acabo de solucionar la vida para que me sienta más aceptado y respiremos hacia el presente.

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