Es de Mark Ryden

Es de Mark Ryden

sábado, 24 de marzo de 2012

Homenaje a mi Ocio “El tiempo se gasta como se gasta el ser humano, y, ¿cómo así gasta en pertenencias y casta si al final se gasta, se oxida? El tiempo se oxida. La vida continúa a pesar de la oxidación. El óxido consume, el ser humano consume, el tiempo se consume como el fuego y la televisión, como una droga. El tiempo es una droga, el lugar al que escapamos siempre y cuando no haya un ahora y nos gastemos el tiempo de imposibles futuros e improbables pasados, ¿y cuando no? Pasa dos, tres y hasta mil veces por el mismo lugar apreciándolo de manera diferente, sorprendente. Sorprende y se prende de la memoria como se prende la luz al foco y el foco es difícil de lograr cuando se está prendido al tiempo oxidado del hombre consumido”. “La mitad de las cosas no las comprendo. La otra mitad, no las conozco”. “Comprender, con prender el foco de la mente que es esa luz que se prende y aprende con el tiempo, ese que se consume como la vela que se prende y resume, termina, apaga. A pagar el precio sin aprecio si es que aprecio lo que no tiene precio que del falso amor amortiguador del deseo, ese odio ligero en forma de caricias que a veces nos ofrecemos como se ofrece un bocadillo o un concierto, ciertos al viento, como la vela de un bote que navega en aquel mar lejano donde nadie más que quien navega entiende”. “El mar en martes se ve muy parecido desde marte pero en lunes es diferente porque seguramente también en Marte los lunes son pesados como el dia que no es ligero como el viento que no sopla fuerte como el hierro que me desayuo, y uno a uno los conceptos se entrelazan y lazan la congurencia a una ciencia que ni comprendo ni conozco y me vuelvo hosco ante mi propia ignorancia rancia, carente de elegancia que me provoca ansias en la boca seca que se cae de tanto decir nada de nada, por nada y soy alguien más y no este si no oeste o norte o sur o surreal o pavoreal y seguramente la mente tuvo algo que ver como ven quienes pierden la vista como residual de un cerebro que compensa lo no consumido, sumido en su labertinto probablemente delimitado por mentes atiborradas de paredes borradas por el vino tinto, mariguana, hermana, ermita, rana que salta hacia la ventana conceptual por la mañana para volver a ver y ser ese que se es, es una restauración del ser primigenio que ni genio ni figura, sino uraño, ermitaño sin baño que si se acerca hace daño, cercas, casas y peldaños siempre al final de los años”. Dijo, y continuó existiendo.